Se respira un aire de sonrisas y felicidad, todo el mundo parece mejor persona en esa época. Y es que da la impresión de que en navidad están prohibidos la tristeza y los problemas, parece que es obligado ser feliz, del mismo modo que es obligado comprar el amor de tus allegados con miles y miles de regalos.
Toda esta atmósfera de realidad edulcorada no es sino el producto de una campaña cíclica de marketing a la que se unen desde grandes multinacionales hasta negocios familiares.
Las grandes empresas tales como el Corte Inglés,
La primera estrategia de comunicación utilizada es la colocación de adornos grandes y llamativos tanto en el interior como en el exterior del establecimiento.
A este primer toque de atención se le suelen sumar ofertas de “2X1” o promociones tipo “¡¡compre esto y le regalamos esto otro!!”.
Suelen empezar a bombardear al espectador con anuncios y demás publicidad un mes antes, para que a nadie le “pille el toro” y se le olvide su deber.
Hoy por hoy, la navidad, no representa sino el enriquecimiento desorbitado de las grandes superficies y el empobrecimiento del ciudadano, que se ve arrastrado, por inercia, a la compra compulsiva de cosas que realmente no necesita y que nunca necesitará.
No tardan en llega las rebajas, otro fenómeno causado por esta sociedad consumista en la que vivimos.
Sólo se dan dos veces al año y una de ellas es, casualmente, justo después de navidades.
En cuanto acaba el ritmo frenético de las compras de navidad, las tiendas empiezan a llenarse de carteles llamativos que anuncian los “Descuentazos” o las “Ofertazas” que se pueden encontrar en su interior.
Así pues el consumidor se ve de nuevo metido en un círculo de compras sin fin y esta vez a paso más acelerado si cabe, para evitar la temida frase: “ no, lo siento, lo que queda es lo que ve usted ahí”.
En resumen, si todos y cada uno de nosotros analizara ambas situaciones con frialdad al margen de las “tradiciones” y costumbres, y entendiera que no es realmente importante que se regale a todos los conocidos y/ o que se compre todo lo que esta a mitad de precio, nuestros bolsillos se verían menos resentidos y las grandes empresas, verdaderas causantes de esta situación, menos enriquecidas. Y como punto y final dejo aquí un refrán que decía mi abuela y que no entendí hasta después de muchos años: “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”
No hay comentarios:
Publicar un comentario